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martes, 28 de enero de 2014

NO SE APRESURE




“El que creyere, no se apresure”
(Isa_28:16).

Nuestra era, caracterizada por los viajes supersónicos y las comunicaciones de alta velocidad, tiene como contraseña la prisa. Sin embargo, cuando leemos la Biblia descubrimos que Dios rara vez se apresura. Rara vez, digo, porque hay un ejemplo donde el padre corre para encontrarse con su hijo pródigo que regresa, sugiriendo que Dios se apresura a perdonar. Pero de manera general, Dios nunca tiene prisa.

Cuando David dijo: (“la orden del rey era apremiante” 1Sa_21:8), usó de un subterfugio, y no debemos valernos de estas palabras para justificar nuestro frenético correr de aquí para allá.

Nuestro texto nos enseña una verdad muy sencilla: si confiamos en verdad en el Señor, no debemos tener prisa. La urgencia de nuestra tarea puede llevarse a cabo mejor si caminamos tranquilamente en el Espíritu que por el frenesí de la actividad carnal. 

Un joven tiene prisa por casarse. Supone que si no actúa rápidamente, alguien más podría quedarse con la chica. La verdad es que si Dios quiere que esa chica sea para él, nadie más podrá tenerla. Si ella no es la elección de Dios, entonces él tendrá que aprenderlo por el camino más difícil: “Cásate deprisa; arrepiéntete poco a poco”.

Otro se apresura para dejar su trabajo e ir a servir al Señor, como se suele decir, “a tiempo completo”. Argumenta que el mundo está pereciendo y que no puede esperar. Pero Jesús no arguyó así durante los treinta años que pasó en Nazaret. Esperó hasta que Dios le llamó al ministerio público.


Muy a menudo tenemos prisa en nuestra evangelización personal. Estamos tan ansiosos por acumular profesiones que arrancamos el fruto antes de que madure. Fallamos al no permitir que el Espíritu Santo convenza cabalmente de pecado a la persona. El resultado de este método es un rastro de falsas profesiones y de escombros humanos. Debemos dejar que: “la paciencia tenga su obra completa”, para que seamos perfectos (Stg_1:4).


La verdadera eficacia de nuestra vida está no en correr locamente en proyectos y misiones que nosotros mismos nos hemos designado, sino en tener parte en aquella actividad que el Espíritu dirige, y esperar pacientemente a que el Señor la determine.


lunes, 27 de enero de 2014

APROVECHANDO EL TIEMPO



“Aprovechando bien el tiempo”
(Efe_5:16).
En una época cuando la sociedad es cada vez más alérgica al trabajo, los cristianos deben esforzarse al máximo cada momento que transcurre. Es pecado malgastar y perder el tiempo.

No hay época de la historia en la que no oigamos alzarse las voces de los que testifican de la importancia del trabajo diligente. El Salvador mismo decía, “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura: la noche viene, cuando nadie puede trabajar” (Jua_9:4).

Tomás de Kempis escribió: “Nunca sean holgazanes o estén desocupados; lean, escriban, oren o mediten constantemente y ocúpense en alguna labor útil para el bien común”.

Cuando se le preguntó a G. Campbell Morgan acerca del secreto de su éxito como intérprete de la Palabra, contestó: “¡Trabajar, trabajar duro, y de nuevo trabajar!” 
Nunca debemos olvidar que cuando el Señor Jesús vino al mundo, trabajó como carpintero. La mayor parte de Su vida la pasó en el taller de Nazaret. 
Pablo fabricaba tiendas, y lo consideraba como una parte importante de su ministerio.
Es un error pensar que el trabajo es un resultado de la entrada del pecado. Antes de que éste penetrara, Adán fue colocado en el jardín para que lo cultivara y guardara (Gen_2:15). La maldición implicó trabajo duro y el sudor que lo acompaña (Gen_3:19). Aún en el cielo estaremos trabajando, porque “sus siervos le servirán ” (Apo_22:3).
El trabajo es una bendición. Por medio de él encontramos satisfecha nuestra necesidad de creatividad. La mente y el cuerpo funcionan mejor cuando trabajamos diligentemente. Cuando nos ocupamos en algo útil, disfrutamos de una mayor protección del pecado, porque: “Satanás encuentra alguna maldad que hacer para las manos inútiles” (Isaac Watts). Thomas Watson dijo: “La holgazanería tienta al Maligno a tentar”. El trabajo honesto, diligente y fiel es una parte vital de nuestro testimonio cristiano. Los resultados de nuestro trabajo pueden sobrevivir cuando nosotros muramos. Como alguien ha dicho, “cada uno deberá proveerse a sí mismo de alguna ocupación útil cuando su cuerpo yazca en la tumba”. Y William James apuntaba: “La mejor manera en que podemos emplear nuestra vida es utilizarla en algo que la sobreviva o que dure más que ella”.


sábado, 25 de enero de 2014

DE GRACIA

“De gracia recibisteis, dad de gracia”
(Mat_10:8).

Fritz Kreisler, uno de los violinistas más grandes del mundo dijo: “Nací con la música en mi interior, conocí las partituras musicales instintivamente antes de que aprendiera el ABC. Fue un don de la Providencia y no algo que adquirí por mi propia cuenta. Así que ni aun siquiera merezco que se me agradezca por la música... La música es demasiado sagrada para venderla. Los precios ultrajantes que las celebridades musicales cobran hoy son verdaderamente un crimen contra la sociedad”.
Estas son palabras que debería tomar muy a pecho cualquiera que trabaja en la obra cristiana. El ministerio cristiano consiste en dar, no en recibir. La cuestión no es: “¿Qué hay aquí para mí?”, sino más bien: “¿Cómo puedo dar a conocer mejor el mensaje del Señor Jesús a un mayor número?” En el servicio de Cristo, es mucho mejor que las cosas cuesten en vez de que deban ser pagadas.

Es verdad que: “El obrero es digno de su salario” (Luc_10:7), y que: “los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” (1Co_9:14). Pero esto no justifica que un hombre le ponga precio a su don o que cobre honorarios excesivos por hablar o cantar en diversas ceremonias. Con nada se justifica cobrar derechos exorbitantes por utilización de himnos. 

Simón el mago quería comprar el poder de dar el Espíritu Santo a los demás (Hch_8:19). No cabe duda que vio esto como un modo de ganar dinero para sí mismo. De su nombre y por su acción se deriva nuestra palabra “simonía”, que significa comprar o vender privilegios religiosos. No es exagerado decir que el mundo religioso de hoy en día está plagado de simonía.

Si el dinero pudiera de alguna manera eliminarse de la así llamada obra cristiana, mucho de esto se detendría de inmediato. Pero aún quedarían siervos fieles del Señor que proseguirían hasta agotar la última pizca de su fuerza.
Hemos recibido de gracia; debemos dar de gracia. Cuánto más demos, mayor será la bendición, y más grande la recompensa, buena medida, apretada, remecida y rebosante.

DIOS NOS HA AMADO

“Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros”
(1Jn_4:11).
No debemos pensar que el amor es una emoción, algo sentimental, incontrolable y impredecible. Dios nos manda amar, lo cual no sería posible si el amor fuera algo eludible, una emoción o sensación esporádica, que apareciera inesperadamente como un frío repentino. El amor puede afectar las emociones, pero es más un asunto de la voluntad que de las emociones.

El amor no está confinado a un mundo de castillos en el aire con escasa relación a la esencia de la vida cotidiana. Por cada hora de claro de luna y rosas, hay semanas de fregona y platos sucios.

En otras palabras, el amor es intensamente práctico. Por ejemplo, cuando se pasa un plato de fruta, el amor escoge la tocada o mala. El amor limpia el lavabo y la bañera después de usarlos. El amor repone el papel higiénico para que el próximo que lo necesite no sufra incomodidad. El amor apaga las luces cuando no se necesitan. Recoge el papel en el suelo en vez de pisarlo y pasar de largo. Cuando le prestan un automóvil, repone el gasóleo y el aceite. El amor vacía la basura sin que se lo pidan. No hace esperar a los demás. Sirve a otros antes que a sí mismo. Saca al niño ruidoso para no molestar en la reunión. El amor habla fuerte para que el sordo pueda oír. Y el amor trabaja para tener qué compartir con los demás.


El amor con la largura su vestido
Alcanza del suelo al polvo mismo - 
Puede alcanzar lo sucio de la calle y del camino, 
Y es porque puede, que debe.

No osa descansar en las montañas 
Es su deber descender hasta el valle; 
Pues satisfecho no queda hasta que enciende
Las vidas que allí se apagan.

jueves, 23 de enero de 2014

¿ USTED PIENSA EN DIOS ?


LAS PERSONAS SE CREEN QUE NO LE VA A LLEGAR LA MUERTE PERO LA MUERTE LLEGA INESPERADAMENTE PARA TODO EL MUNDO Y DESPUES QUE ??


Heb 9:27  Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, 

ESA ES LA REALIDAD LA CUAL ESTE MUNDO NO QUIERE VER PERO ES ASI  HAY UNA MUERTE Y DESPUES EL JUICIO Y DESPUES UNA ETERNIDAD HORRENDA  UNA ETERNIDAD DE CONDENACION SI NO AS CREIDO Y ACEPTADO AL SEÑOR JESUS COMO TU SALVADOR.ESA ES LA REALIDAD LA CUAL NO PUEDES CAMBIAR POR MAS QUE QUIERAS ESE ES EL FUTURO DEL HOMBRE SIN DIOS .
POR ESO VINO JESUS PARA DARNOS ESPERANZA Y VIDA EN ABUNDACIA .

2Co 6:2  Porque dice: 
 En tiempo aceptable te he oído, 
 Y en día de salvación te he socorrido.

He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación. 


HOY ES EL DIA DE TU SALVACION ACEPTA AL SEÑOR JESUS COMO TU SALVADOR PERSONAL








martes, 21 de enero de 2014

DIOS NO SE ACUERDA DE NUESTRO PECADOS


“Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones”
(Heb_10:17).

Una de las verdades contenidas en la Escritura que más satisfacen al alma es la disposición de Dios para olvidar todos los pecados que han sido cubiertos por la sangre de Cristo.

Nos llenamos de asombro cuando leemos: “Cuanto está lejos el Oriente del Occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones” (Sal_103:12). Es una maravilla que podamos decir con Ezequías: “Echaste tras tus espaldas todos mis pecados” (Isa_38:17). Todo nuestro ser se sobrecoge cuando escuchamos al Señor que nos dice: (Isa_44:22). Pero es aún más maravillo“Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados” : “perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” (Jer_31:34).

Cuando confesamos nuestros pecados, Dios no solamente nos perdona, sino que también los olvida instantáneamente. No es exagerado decir que el Salvador sepulta inmediatamente nuestros pecados en el mar de Su olvido. Esto se ilustra bien con la experiencia de un creyente que tenía un reñido combate contra un pecado que lo dominaba. En un momento de debilidad, se rindió a la tentación. Apresurándose a entrar en la presencia del Señor, dejó escapar estas palabras: “Señor, lo he hecho una vez más”. Enseguida imaginó que el Señor le decía, “¿Qué es lo que has hecho una vez más?” El asunto es que en una fracción de segundo, después de la confesión, Dios ya lo había olvidado.

Es toda una paradoja cautivadora que el Dios omnisciente pueda olvidar. Por una parte, nada escapa a Su conocimiento. Cuenta las estrellas y las nombra, enumera nuestras caídas y lágrimas. Determina cuándo un gorrión cae a tierra, y sabe cuántos son los cabellos de nuestra cabeza. Y a pesar de todo, olvida aquellos pecados que se confiesan y abandonan. David Seamands decía: “yo no sé cómo la omnisciencia divina puede olvidar, pero sé que lo hace”. 

¡Un detalle más! Se ha dicho bien que cuando Dios perdona y olvida, coloca un letrero que dice: “Coto de Pesca”. Me está prohibido pescar mis propios pecados pasados o los pecados de otros que Dios ya ha olvidado. En este respecto debemos tener una pobre memoria y una buena capacidad para olvidar.




EL DIOS DE VERDAD




“El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová” 
(1Sa_16:14).
Hay versículos en la Biblia que parecen decir que Dios hace cosas malas. Por ejemplo, en el tercer año del reinado de Abimelec, rey de Israel: “Envió Dios un espíritu de discordia entre Abimelec y los hombres de Siquem” (Jue_9:23). En otra ocasión el profeta Miqueas le dijo al impío rey Acab: “He aquí Jehová a puesto espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas” (1Re_22:23). Job atribuía sus pérdidas al Señor cuando dijo: “¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?” (Job_2:10). Y una vez más en Isa_45:7 el Señor mismo dice: “...que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad”
Sin embargo, sabemos que ya que Dios es Santo, no puede originar el mal ni disculparlo. El Señor no es el causante del pecado, la enfermedad, el sufrimiento o la muerte. Dios es luz, y no hay tinieblas en él (1Jn_1:5). Es inconcebible que él sea el origen de algo que se contrapone a su propia perfección moral.
Las Escrituras afirman que Satanás es el autor de la enfermedad, el sufrimiento, la tragedia y la destrucción. Las pérdidas que Job sufrió y su intenso dolor fueron la obra del Maligno. Jesús dijo que la mujer encorvada había estado atada por Satanás por dieciocho años (Luc_13:16). Pablo se quejaba de un aguijón en su carne y se refería a ella como: “un mensajero de Satanás” (2Co_12:7). Satanás es el culpable de todos los problemas que padece la humanidad.
Pero ¿cómo podemos reconciliar todo esto con aquellos versículos que describen a Dios dando origen al mal? La explicación es simplemente ésta: En la Biblia a menudo se dice que Dios hace algo cuando él permite que suceda. ésta es la diferencia entre Su voluntad directiva y Su voluntad permisiva. Con frecuencia permite que Su pueblo atraviese experiencias que nunca habría deseado para ellos. Permitió que Israel vagara por el desierto cuarenta años mientras que Su voluntad directiva, si ésta hubiera sido aceptada, les habría llevado a la Tierra Prometida por una ruta más corta. 

Pero aún permitiendo que los demonios o el hombre hagan el mal, Dios siempre tiene la última palabra. Invalida el mal para Su propia gloria y para bendecir a aquellos que por medio de é son ejercitados.


martes, 14 de enero de 2014

TODO ES NUESTRO

“Porque todo es vuestro”
(1Co_3:21).
Los santos de Corinto discutían acerca de cuál de los líderes de la iglesia era el mejor. Para unos, Pablo era el ideal. Otros hacían de Apolos su favorito. Y algunos creían que Cefas era superior. Pablo les decía que era absurdo limitar su elección a uno sólo, cuando todos estos hombres les pertenecían. En vez de decir: “Apolos es mío”, debían decir: “Pablo, Apolos y Cefas son míos”. 
éste es un mensaje muy oportuno para nosotros en estos días. Erramos cuando nos convertimos en seguidores exclusivos de Lutero, Wesley, Booth, Darby, Billy Graham o cualquier otro grande don de Dios para la Iglesia. Todos estos hombres son nuestros y podemos regocijarnos en la medida de luz que cada uno de ellos nos brinda. No debemos ser seguidores de un hombre solamente. 
Y no sólo los siervos del Señor son nuestros. También lo es el mundo entero. Somos herederos de Dios y coherederos con Cristo. Un día volveremos y gobernaremos al mundo con el Señor Jesús. Mientras tanto, los inconversos gobiernan al mundo como si les perteneciera. Pero no les pertenece. Son únicamente dirigentes que lo administran temporalmente hasta que llegue el día en que tomemos posesión.

La vida es nuestra. Esto no sólo significa que tenemos vida; todos los hombres la tienen. Quiere decir que tenemos vida abundante, vida eterna, la vida misma de Cristo. Nuestra vida no es vanidad y aflicción de espíritu. Está llena de sentido y propósito.
Aun la muerte es nuestra. Ya no pasaremos el resto de nuestra vida sujetos a esclavitud por temor a la muerte. La muerte es ahora el mensajero de Dios que arrebata nuestras almas para llevarlas al cielo. Por lo tanto, morir es ganancia. Además de todo esto, pertenecemos a Cristo, y Cristo pertenece a Dios. Cuando medito en esto me acuerdo del comentario ingenioso de Guy King: “¡Qué pordioseros tan afortunados somos!”


sábado, 4 de enero de 2014

LA OBRA ES DE DIOS

“El pueblo que está contigo es mucho...” 
(Jue_7:2)
Cada uno de nosotros tiene un deseo sutil por los números y una tendencia a juzgar el éxito por las estadísticas. Hay un cierto desprecio en torno a los grupos pequeños mientras que los grupos grandes demandan atención y respeto. ¿Cuál debe ser nuestra actitud en esta área?
Los grupos numerosos no deben menospreciarse si son el fruto de la obra del Espíritu Santo. éste fue el caso en Pentecostés cuando casi tres mil almas entraron en el reino de Dios.
Debemos regocijarnos en los grupos numerosos si es que significan gloria para Dios y bendición para la humanidad. Debemos desear ver grandes multitudes que eleven sus corazones y voces en alabanza a Dios, alcanzando al mundo con el mensaje de la redención.
Por otra parte, los grupos numerosos son malos si conducen a la altivez o la soberbia. Dios tuvo que reducir el ejército de Gedeón para que Israel no dijera: “Mi mano me ha salvado” (Jue_7:2). E. Stanley Jones dijo una vez que se sentía reacio a nuestra “pugna contemporánea por las muchedumbres que conduce, como sucede, a un egotismo colectivo”. 
Los grupos grandes son malos si nos hacen depender del poder humano y no del poder del Señor. Probablemente éste fue el problema con el censo que levantó David (2Sa_24:2-4). Joab percibía que los motivos del rey no eran puros y protestó, pero en vano.
Las congregaciones grandes son indeseables si, para conseguirlos, bajamos el listón, comprometemos principios Escriturales, suavizamos el mensaje o fallamos en ejercitar santa disciplina. Siempre existe la tentación de hacer esto si ponemos la mira en las multitudes en vez de ponerla en el Señor.
Los grupos grandes son menos que ideales si de ellos se deriva una pérdida de comunión íntima entre unos y otros. Cuando los individuos se esfuman entre las multitudes, cuando están ausentes y no se les echa en falta, cuando nadie comparte sus gozos y penas, entonces abandonamos el concepto total de vida corporativa.
Los grupos numerosos son malos si ahogan el desarrollo de los dones en el cuerpo. Es muy significativo que Jesús escogiera a 12 discípulos. Una enorme multitud hubiera sido difícil de manejar.
La regla general de Dios ha sido trabajar por medio del testimonio de un remanente. No le atraen las grandes multitudes ni rechaza a las pequeñas. No debemos jactarnos de las grandes membresías, pero tampoco debemos contentarnos con minorías si éstas son resultado de nuestra pereza e indiferencia.

CON EL ESPIRITU DE DIOS

 “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” 
(Zac_4:6).
Este versículo contiene la importante verdad de que la obra del Señor no se lleva a cabo por medio de la fuerza y el ingenio humano sino por el Espíritu Santo. 
Lo vemos en la caída de Jericó. No fue el ejército de Israel el que hizo que las murallas cayeran. Fue el Señor quien entregó la ciudad en sus manos cuando los sacerdotes tocaron las trompetas siete veces. 
Si hubiera dependido de un enorme ejército, Gedeón nunca habría derrotado a los madianitas, ya que su ejército había sido reducido a tan sólo trescientos hombres. Y su armamento poco convencional consistía en cántaros de barro con antorchas en su interior. Sólo el Señor pudo haberles dado la victoria.
Elías eliminó deliberadamente cualquier posibilidad de que la fuerza o el poder humano pudieran prender fuego al altar, derramando sobre él doce cántaros de agua. Cuando el fuego descendió, no hubo lugar a duda en cuanto a su origen divino.
Abandonados a su propio ingenio, los discípulos no pudieron pescar nada durante toda la noche. Esto dio oportunidad para que el Señor les mostrara que debían buscarle si querían ser verdaderamente eficaces en el servicio.
Es fácil que pensemos que el dinero es la necesidad más grande en el servicio cristiano. En realidad, esto no es así, y nunca lo será. Hudson Taylor tenía razón cuando decía que no debemos temer a la falta de dinero, sino a la abundancia no consagrada del mismo.
O recurrimos a politiquería clandestina, a programas promocionales muy dinámicos, a la manipulación sicológica de la gente o a una astuta oratoria. Nos entregamos a vastos programas de construcción y a edificar un imperio de organización, pensando vanamente que éstas son las claves del éxito.
Pero la obra de Dios no avanza con el poder, ni con la fuerza, ni con cualquiera de estas cosas. Es con el Espíritu del Señor.
Mucha de la llamada “obra cristiana” en nuestros días podría continuar sin el Espíritu Santo. Pero la verdadera obra cristiana es la que hace que él sea lo indispensable cuando se libra la batalla espiritual, no con armas carnales sino con oración, fe y la Palabra de Dios.


miércoles, 1 de enero de 2014

AÑO NUEVO ( POEMA )

Las puertas de un año nuevo

de par en par se vuelven a abrir;

y Dios fervientemente

nuestras vidas quiere bendecir.

Su Palabra nos exhorta

lo que quedó atrás olvidar;

las cosas viejas pasaron

aunque cicatrices puedan quedar.

Nuestro Padre una vez más nos ofrece

un año nuevo recibir;

pero desea que le dejemos

hacer Su voluntad en nuestro diario vivir.

Las puertas de un año nuevo

de par en par se vuelven a abrir;

y Dios fervientemente

nuestras vidas quiere bendecir.

A El nuestro futuro

debemos encomendar;

y para que no se aparte de nuestro lado

Sus mandamientos debemos guardar.

El Reino de Dios y Su Justicia

cada día debemos buscar;

si este es nuestro compromiso

Su Gracia y Amor, nunca nos van a faltar.

Las puertas de un año nuevo

de par en par se vuelven a abrir;

y Dios fervientemente

nuestras vidas quiere bendecir.