biblia
sábado, 26 de octubre de 2013
RECONCILIAOS CON DIOS
LA RECONCILIACIÓN
I. Definición
La palabra «reconciliación» presupone un estado anterior de enemistad, o de malas relaciones, que
termina con un acto que hace posible la amistad y las buenas relaciones. La palabra se emplea, en el
orden natural, en 1.a Corintios 7:11, donde dice Pablo que la mujer apartada de su marido ha de quedar
sin casarse o debe «reconciliarse» con él. Es importante notar que, en el uso bíblico de estos términos,
la enemistad es siempre la del hombre contra Dios y no la de Dios contra el hombre. Como hemos visto
en estudios anteriores, la «ira de Dios» es la relación de Su justicia contra el pecado del hombre, y es
compatible con Su amor para con el mundo rebelde, ya que dio a Su Hijo para hacer posible la
salvación del hombre. La hostilidad del mundo ante Dios se puso de manifiesto en el rechazamiento y
la crucifixión del Dios-Hombre.
Anticipando por un momento lo que se ha de detallar más abajo, diremos que la obra de la Cruz
satisface las exigencias de la justicia de Dios, siendo la propiciación la que hace posible que se levante
la ira de Dios que estaba sobre el hombre. En vista de este gran hecho, no existe impedimento de parte
de Dios para el retorno del hombre a Su obediencia, y los mensajeros de la Cruz ruegan a los hombres:
«Reconciliaos con Dios.» Toca al hombre deponer su actitud de rebeldía y acercarse humildemente al
Trono, por medio del arrepentimiento y de la fe, cuando halla que la paz ya está hecha en Cristo Jesús y
que el trono de justicia se ha trocado en trono de gracia.
II. La base
Se explica la base de la reconciliación en Romanos 5:10 y 11: «Porque si siendo enemigos, fuimos
reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por
su vida …, también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido
ahora la reconciliación.» Aquí se ve claramente que es la muerte del Hijo la que hace posible la paz
entre Dios y el hombre, y el tema se enlaza estrechamente con el de la propiciación. Dios no podía
«hacer las paces» con el hombre a cualquier precio, sino sólo sobre la base de satisfacción de Su
justicia. El pasaje que más claramente destaca esta doctrina es 2.a Corintios 5:18–21, donde vemos que
«Dios… nos reconcilió consigo mismo por Cristo» (5:18) y que «Dios estaba en Cristo reconciliando
consigo mismo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados». En estas últimas
palabras no se trata de la unión del Padre y del Hijo en la obra, sino más bien indican que Dios efectuó
la reconciliación por medio de Su Hijo. La piedra angular de la doctrina se halla en el versículo 21: «Al
que no conoció pecado, [Dios] por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia
de Dios en él.» (Véase también Col. 1:20–22.)
III. La proclamación de la reconciliación
Este aspecto de la gran obra única de la Cruz tiene que ver con las relaciones entre Dios, como
soberano, y los hombres como súbditos rebeldes, quienes, por un acto de su propia voluntad, quedan
bajo el poder de Satanás, el «príncipe de este mundo». Con mucha propiedad, pues, los mensajeros de
la Cruz se llaman embajadores cuando se trata de anunciar la reconciliación, porque representan al
Soberano, que llama a Sus súbditos rebeldes a que vuelvan a Su obediencia. Así, dice Pablo en el
pasaje ya citado: «Dios… nos dio el ministerio de la reconciliación …, nos encargó a nosotros la
palabra [mensaje] de reconciliación. Así que somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios
rogase por medio de nosotros; rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.» En cuanto a esta
última cita, debemos notar que la palabra «os» en la Versión Reina Valera no está en el original. Pablo
no rogaba a los creyentes de Corinto que se reconciliasen, porque ya lo estaban, sino que les explicaba
el carácter de su ministerio ante el mundo en general. El predicador se acerca a los hombres en el
nombre de Cristo y con la comisión del Dios Alto, amonestándoles que dejen su rebeldía, pues el Rey
mismo ha provisto el medio para hacer posible su perdón y su recepción en el Reino.
IV. La recepción de la reconciliación
Ya se ha destacado que es el hombre quien tiene que reconciliarse con Dios, pues de parte de Dios
todo está hecho. Es en Cristo que se recibe (Ro. 5:11) y el único medio es la fe en el Hijo de parte del
hombre arrepentido (Jn. 3:36).
V. El alcance de la reconciliación
A. La oferta se hace extensiva tanto a los judíos como a gentiles, y la obra de la Cruz derriba la
barrera que antes existía entre ambas razas (Ef. 2:13–19). Este pasaje es importante, y podemos notar la
hermosísima expresión: «Él [Cristo] es nuestra paz.»
B. Llegará el día cuando no existirá ningún elemento rebelde en la creación de Dios, fuera de los
espíritus malignos y los hombres que rechazaron la luz, y aun éstos se someterán a la fuerza, ya que no
quisieron hacerlo voluntariamente. Aparte estas salvedades, el alcance de la reconciliación es universal,
según lo hallamos expresado en el pasaje de fundamental importancia de Colosenses 1:20–22: «Y por
medio de Él [Cristo] reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están
en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Y a vosotros también, que erais en otro
tiempo extraños y enemigos …» No se mencionan las cosas que están debajo de la tierra, o sea, los
elementos asociados con la rebelión del diablo. ¡Bendito día aquel cuando nada ni nadie se opondrá a la
voluntad de Dios!
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Gracias hermano por tan bonito mensaje, me ha sido de mucha ayuda. Dios le continue bendiciendo
ResponderEliminarGracias por la explicación
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