3. Elección deliberada de la cruz.
"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz" (Mat_16:24). Tomar la cruz no se refiere a una enfermedad física o angustia mental, puesto que estas cosas son comunes a todos los hombres. La cruz es una senda escogida deliberadamente. Es "un camino que tal como el mundo lo considera es una deshonra y un reproche".
La cruz es el emblema de la persecución, la vergüenza y el abuso que el mundo cargó sobre el Hijo de Dios y que el mundo cargará sobre todos aquellos que elijan ir contra la corriente. Cualquier creyente puede evitar la cruz conformándose a este mundo y a sus caminos.
4. Una vida invertida en Cristo.
"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame". Para comprender lo que esto significa conviene preguntarse: ¿Cuál fue la principal característica de la vida del Señor Jesús? Fue una vida de obediencia a la voluntad de Dios, una vida de servicio desinteresado a los demás, una vida de paciencia y tolerancia ante los más graves errores. Fue una vida llena de celo y desgaste, templanza, mansedumbre, bondad, fidelidad y devoción. Para ser sus discípulos debemos andar como El anduvo. Debemos mostrar el fruto de nuestra semejanza con Cristo. (Jua_15:8).
5. Un amor ferviente por todos los que pertenecen a Cristo.
"En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros (Jua_13:35). Este es el amor que considera a los demás como mejores que uno mismo. Este es el amor que cubre multitud de pecados. Este es el amor que es sufrido y es benigno; no es jactancioso, no se envanece, no es injurioso, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta (1Co_13:4-7). Sin este amor el discipulado sería un ascetismo frío y legalista. Sería un címbalo que retiñe.
6. Permanencia continua en su Palabra.
Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos (Jua_8:31). El verdadero discipulado se caracteriza por la estabilidad. Es fácil empezar bien y lanzarse adelante en un deslumbramiento de gloria. Pero la prueba de la realidad del discipulado es la resistencia hasta el fin. "Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios" (Luc_9:62). La obediencia ocasional a las Escrituras no sirve. Cristo desea que los que le siguen lo hagan obedeciendo en forma constante y continuada.
No permitas, ¡oh Padre! que vuelva atrás,
Mis lágrimas ya mojan las asas de mi arado,
Mis otras herramientas corruptas he dejado;
No permitas, Dios Padre, que vuelva atrás.
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